¿Cómo empiezan los problemas dentales?


     El dentista puede ahorrarnos el tormento del dolor y la pérdida de dientes. Con la colaboración del paciente, el especialista intenta contrarrestar los efectos de la placa, una fina película de bacterias que se pega a los dientes.

     Las bacterias se alimentan y multiplican gracias a las partículas de comida; transforman el azúcar en ácidos que atacan el esmalte dental y hacen que se vuelva poroso. Con el tiempo, se produce la caries cuando el esmalte poroso se desmorona y origina una cavidad o agujero. En esta etapa no hay malestar, pero cuando la infección llega a la cavidad pulpar del diente, suele presentarse un dolor agudo.

     Las bacterias que forman la placa tienen otro modo de atormentarnos. Si no se elimina bien mediante cepillado, la placa se endurece y forma un depósito calcificado llamado cálculo, o sarro, que puede hacer que las encías se inflamen y se separen de los dientes formando un hueco donde se acumulan restos de comida, un festín para las bacterias que pueden infectar las encías.

     La saliva proporciona cierta protección contra este ataque doble de las bacterias. Sea que se haya tomado una comida completa o tan solo una galleta, la saliva necesita entre quince y cuarenta y cinco minutos para eliminar las partículas de comida y neutralizar los ácidos presentes en la placa dental. La cantidad de tiempo dependerá de cuánto azúcar o restos de alimentos se hayan pegado a los dientes.


     Aparentemente, durante este intervalo es cuando la dentadura se ve afectada. Así, el alcance del daño no depende de la cantidad de azúcar ingerido, sino de la frecuencia con que se toman comidas y bocaditos dulces. Como el flujo de saliva se reduce durante el sueño, una de las cosas más destructivas que uno puede hacerle a sus dientes es irse a la cama sin cepillarlos después de haber ingerido comidas o bebidas azucaradas.